sábado, 31 de diciembre de 2011

HACER REÍR DESDE LA OSCURIDAD

Cuando en 2010 Edie Falco ganó el EMMY a la mejor actriz cómica por Nurse Jackie dijo“Oh, this is just the most ridiculous thing that has ever happened in the history of this awards show…I’m not funny!”. Razón no le faltaba, si bien la serie de Showtime es recomendablemente divertida, el mérito es de los personajes secundarios, porque el peso dramático recae, casi por completo, en la protagonista. ¿Quién cree que Jackie provoca risas cuando casi no provoca ni simpatía? 


En un paisaje televisivo en el que las comedias puras son casa vez menos abundantes están proliferando, de forma exitosa, los llamados dramedias. Ahora bien, dentro de este híbrido abárcalo-todo nos encontramos con otros subgéneros y otros patrones narrativos en los que la mezcla complicadísima entre drama y comedia presenta numerosas diferencias entre unos y otros.

¿Cuál es la fórmula del éxito de esta vaga etiqueta que llamamos “dramedia”? Su concepción de la vida es la que más se aproxima a lo que algunos llamarían “el mundo real”, ese lugar donde luces y sombras se intercalan azarosamente. No es ni un lugar tan oscuro como el universo que se presenta en Boss, ni tan cómico como el que nos ha regalado Tina Fey en 30 Rock. Es la intersección arriesgadísima como producto final de cara a una audiencia, pero la fórmula mágica que condensa todos los estados de ánimo del creador.


¿Es fácil, y posible, escribir un largometraje dramático y, a pesar de estar radiante, lleno de vitalidad y con ganas de cachondeo, ceñirte a lo largo de un año (o el tiempo que tardes en concebir una obra) a ese estado existencial grisáceo? O, al contrario, estar sembrado de chistes constantemente, pase lo que pase, sin perder un ápice de comicidad aunque tu situación te fuerce a ir en la otra dirección. ¿Es el drama y la comedia, en realidad, una misma cosa? ¿Es el drama un refinamiento solemne de la risa, y la comedia una broma sobre las oscuridades del ser humano?

Esta dicotomía de acero inoxidable existe desde tiempos inmemorables y es la marca de fábrica de la comedia en la historia del audiovisual. Max Linder, prácticamente el primero de los actores en inaugurar el star-system de la comedia cinematográfica, dedicó su vida a sentar muchas de las bases del género. Al terminar, minado por una tuberculosis favorecida por el consumo habitual de cocaína y alcohol, y sumido en una profunda depresión, obligó a su esposa a drogarse con él para luego abrirle las venas y suicidarse de la misma manera el 30 de octubre de 1925.


Otro de los grandes cómicos de la Historia del Cine, Harry Langdon, dijó un buen día: “En el mundo hay pocas cosas tan trágicas como filmar películas divertidas”. Muchos autores de la actualidad han sabido plasmar estos interrogantes tan retóricos, y digo retóricos porque más que cuestiones de género son dilemas existenciales, con reflexiones interesantísimas.

Funny People, la última película dirigida por Judd Apatow, se ciñe a este aspecto a través de la historia de un famoso cómico y monologuista americano (Adam Sandler) cuya auténtica personalidad dista mucho de la rutina de la comicidad. Su alma se ha degradado hasta bordes casi irreversibles y parece que la risa es la única forma de esconder la amargura.


En los últimos capítulos de Studio 60 on the Sunset Strip, Aaron Sorkin nos apuntaba en la misma dirección. Su reflexión nos hacía cuestionarnos si es posible hacer comedia desde la depresión, la adicción a las drogas o las profundidades del desamor. ¿Cómo hacer reír cuando tu país acaba de sufrir el mayor atentado de la historia contemporánea occidental? ¿Cómo hacer reír cuando hace dos meses que no levantas cabeza?

¿Es fácil mantenerse estable en el paraíso de la carcajada con los tiempos que corren? Sarah Silverman, otra de las cómicas más populares del panorama estadounidense actual, opina que no, aunque para ella no hay otra opción. Tras declarar públicamente que sufre una depresión crónica y que nunca tendrá hijos, ya que no quiere que ellos hereden su enfermedad, continua ofreciendo algunos de los sketches más divertidos que se recuerden en programas como el de Jimmy Kimmel. De hecho, la comedia es su único medio de salvación para seguir hacia adelante. En Youtube podemos encontrar videos altamente graciosos pertenecientes a su serie The Sarah Silverman Show, a la vez de que te puedes topar con su videoblog en el que se explaya en lo agridulce. 


Drama y comedia conforman un sistema bifásico en el que los géneros están tan mezclados que es difícil discernir las fronteras. Se me ocurren un puñado de comedias puras, maravillosas por cierto, aquellas en el que en su universo de ficción sólo hay sitio para los aspectos festivos y humorísticos con un desenlace feliz. Saturday Night Live, Modern Family, Come Fly with Me, Parks and Recreation, 30 Rock, The Office, Community, Bored to Death, PortlandiaParty Down… ¿Podemos atisbar en ellas algún síntoma dramático?
En casi todas, el absurdo es la quintaesencia de la comedia actual. No hay hueco para ninguna sombra. Su único propósito es hacernos reír y consiguen que el drama no se filtre por ningún recoveco. Gracias a ellas, el mundo es, por capítulos, un lugar mucho mejor.

Los dramedias no son todos iguales. Tenemos comedias mordaces que se recrean en el asco existencial, suelen ser relatos sarcásticos donde hay tragedia, pero ésta es sólo el macguffin para burlarse de todo, de nosotros mismos. El drama está en la aceptación de este mundo disfuncional, pero predomina el posicionamiento cómico frente a las adversidades y las imperfecciones, la sonrisa negra lo eclipsa todo. Tenemos Weeds, WilfredThe Trip, o las autoficciones Louie y Curb Your Enthusiasm.


Hay tragedias con arquitectura cómica, como ocurre en Skins, The Big C o Enlightened. Se trata de historias dramáticas que recurren a estas vías de escape para aligerar el ambiente. La comedia aporta un poco de luz en estos relatos tan necesitados de un poco de ironía para seguir adelante. No sé quién tuvo la idea de otorgar el EMMY a mejor actriz de comedia a Eddie Falco. La protagonista de Nurse Jackie es la antitésis de lo gracioso. Su serie representa la ambigüedad máxima en la hibridación de géneros. Quizás en el drama más mundano está la carcajada más accesible.

La comedia, en cualquiera de sus representaciones actuales, está viviendo una época dorada en nuestras pantallas. De hecho, se esconde bajo formas insospechadas y donde nunca te lo esperarías. Quizás, después de todo, esté en todas partes. Y, sino lo está, debería.
Espero que el 2012 se esfuerce por mantener este nivel. Falta nos va a hacer. Sea cual sea el grado de comedia que ha habido en tu vida en 2011, no pierdas la esperanza. Cierra los ojos. Piensa en estas nuevas deidades contemporáneas. Rézale a Tina FeyTed Danson, Larry David, Fred Armisen o Kristen Wiig.

2012 será un dramedia, pero en muchos momentos tendremos que esforzarnos por aportar un poco de luz a tanta frustración. Nada mejor que una buena historia con alguna dosis, la que tú decidas, de satisfacción cómica. ¡Feliz 2012!

lunes, 26 de diciembre de 2011

TOP TEN DE LOS ESTRENOS MÁS ESPERADOS DE 2012

A propósito del final de 2011

El 2012 traerá un gran número de estrenos de más o menos interés. En Pantallas Vacías queremos resumir en un ranking las apuestas que esperamos con mayor expectación. 

10. The River (ABC): producida por Steven Spielberg y de los creadores de Paranormal Activity nos llega este drama de terror y ciencia ficción narrado como un documental, al estilo de películas como Cloverfield o REC. A lo largo de 8 episodios, The River nos contará la historia de Emmet Cole (Bruce Greenwood), un presentador de documentales televisivos que desaparece preparando un programa en el Amazonas. Sus familiares y amigos emprenderán una expedición en su búsqueda. El protagonista es Joe Anderson, uno de los actores de 'Across The Universe'. Estreno: 7 de Febrero. TRAILER


9. Veep (HBO): esta comedia estará centrada en la vida de la vicepresidenta de los Estados Unidos. Protagonizada por Julia Louis-Dreyfus (The New Adventures of Old Christine), Veep es una especie de remake de la serie de la BBC 'The Thick of it' (2005), cuya historia transcurría en un departamento ficticio del Gobierno Británico. Está escrita por Armando Lannucci y Simon BlackwellEstreno: Abril. TRAILER


8. Magic City (Starz): este drama ya ha sido etiquetado como el nuevo Mad Men. Protagonizada por Jeffrey Dean Morgan, la serie nos traslada al sudoroso, oscuro y corrupto Miami de los años 60. Esta es la sinopsis de Starz: "Mientras la voz de Frank Sinatra da la bienvenida al nuevo año en la gran sala de baile del hotel más lujoso de Miami Beach, el Miramar, su visionario líder, Ike Evans, debe lidiar con la mafia, con su complicada familia y con una ciudad inmersa en grandes cambios tras la toma de poder de Fidel Castro en Cuba".Estreno: 21 de Enero. TRAILER



7. House of Lies (Showtime): David Nevins, el nuevo presidente de la cadena Showtime, asegura que éste no será el típico dramedia de su cadena, sino una comedia pura que contará la historia de un grupo de asesores empresariales sin escrúpulos al borde de la locura. Sus protagonistas son Don Cheadle y Kristen Bell. El pre-air del piloto ha sido "filtrado". Estreno: 8 de Enero. TRAILER


6. LUCK (HBO): con un reparto encabezado por Dustin Hoffman y Nick Nolte, Luck está escrita por David Milch (Deadwood) y dirigida por Michael Mann ("Collateral", "Ali"). La historia se centra en el universo de las carreras de caballos. Su piloto fue estrenado hace unas semanas. Ha sido una de las series que más expectación ha causado. Estreno: 21 de Enero. TRAILER



5. Touch (FOX): a pesar del batacazo de Heroes, Tim Kring vuelve a televisión con una historia que girará en torno al destino y las casualidades. Un niño autista predice eventos futuros. El protagonista, su padre, es Kiefer Sutherland, que vuelve a televisión después de 24. Estreno: 19 de Marzo. TRAILER


4. Serie de Werner Herzog: el director alemán prepara una serie de documentales para la BBC (se rumorea). Aún sin título ni argumento conocidos, nos da igual. Que el creador de joyas como "La Cueva de los Sueños Olvidados", "Grizzly Man", "Encuentros en el Fin del Mundo", "Teniente Corrupto" o "Diamante Blanco", entre muchísimas otras cintas, vuelva a hacer televisión es un regalo que llegará, seguramente, en forma de documental antropológico por episodios. 


3. Hit & Miss (Sky Atlantic): del creador de Shameless, Paul Abbot, la serie contará la historia de una transexual, interpretada por Chloe Sevigny (Big Love), entrenada para ser una asesina de élite. En Estados Unidos será emitida por DirectTV. Fecha de estreno desconocida (cambios de producción y emisión incesantes).


2. Girls (HBO): si Freaks and Geeks se centró en los años pre-universitarios y Undeclared en los universitarios, Girls llegará a nuestras pantallas para contarnos la historia de un grupo de chicas post-universitarias que intentarán descifrar qué hacer con sus vidas en el inicio de la vida laboral. Con Nueva York de fondo y Lena Dunham como guionista, directora y protagonista, Girls supone la vuelta a televisión de Judd Apatow ("Hazme Reír", "Supersalidos", "Lío Embarazoso"). Estreno: Abril. TRAILER


1. Newsroom (HBO): Aaron Sorkin vuelve a televisión tras ganar un Oscar por "La Red Social" y después de la cancelación de Studio 60 on the Sunset Strip (NBC). La historia se centrará en el trabajo diario de una cadena de noticias al estilo CNN. Con una primera temporada de 10 episodios, Newsroom estará protagonizada por Jeff Daniels, Sam Waterston, Olivia Munn, Emily Mortimer, Dev Patel, Alison Pill y muchos más. Estreno: Septiembre. 


viernes, 23 de diciembre de 2011

SUCEDÁNEOS DEL MUNDO

Black Mirror. Parte II: Fifteen Million Merits, 2011 (E4)
Hay fuerzas, algunas invisibles, otras opacas, que tratan de retenerte en un mundo simplificado, totalmente artificial, debidamente maquillado y falseado. Tienes la sensación de que has sido extirpado de tu propia vida, te toca acatar las normas de conducta que siguen tus compañeros. La censura ha pasado a un siguiente nivel, es la condición inmanente a la existencia. Ya no es una herramienta, un martillo o unas tijeras, es el proceso en sí mismo. 




El segundo episodio de Black Mirror no comparte nada con su predecesor, pero mantiene una clara relación de parentesco. Temáticamente, la serie aspira a componer una hipérbole de nuestra utilización de la tecnología y del cómo afecta a nuestras relaciones sociales en esta sociedad de la información. Con capítulos independientes entre sí y de historias autoconclusivas, la cadena E4 nos está ofreciendo mediometrajes que satirizan y advierten de las posibles consecuencias y deformaciones de esta revolución (pato)tecnológica. Aunque deberíamos hablar, quizás, de una revolución de los contenidos.

“15 millones de méritos” se centra en la historia de un chico de unos veintitantos años que vive en una sociedad paralela, o perpendicular, donde parece que todos los jóvenes están encerrados en un complejo residencial de enormes proporciones. En ese mundo de pseudo-ciencia ficción todo está construido, representado y controlado por realidad virtualcomo si de un videojuego se tratara. Tanto es así que la juventud debe ganarse el jornal a través de pedalear en una bicicleta estática y darle al jockstick. De esta manera ganas un dinero que es a la vez tiempo, y tu objetivo es ahorrar el suficiente para ser juzgado en un concurso de talentos al estilo Factor X. Esa es la única forma de crecer en la pirámide social: ser humillado públicamente.




Se me ocurren algunas sátiras, más o menos recientes, que hemos podido ver en diversos soportes audiovisuales. En la tercera temporada de Skins, Karem, la hermana de Freddie, se presentaba a uno de estos Talent shows para ser la próxima Sex Boom de Bristol. O el más patrio cortometraje de Vicente Villanueva, “La rubia de Pinos Puente”, donde se deja de manifiesto la fuerza vampírica de estos medios de entretenimiento sin alma ni moral. Sin embargo, en estos casos puntuales no se plasmaba con tanta intensidad y oscuridad el papel corrosivo de esta cultura del espectáculo y la humillación como se ha hecho en esta segunda entrega de Black Mirror.  

La visión que ofrecen del mundo en este relato tiene que ver con el lugar de convergencia de los reallity shows, los Sims, las estrategias de marketing viral más macabras y la concepción del  Gran Hermano de “1984” de George Orwell. Este modelo social fomenta el individualismo  y una especie de vida asceta donde el adolescente sólo puede mortificarse, cultivar el físico, consumir publicidad, generar energía para mantener el funcionamiento del sistema y atomizarse en la rutina. Hablamos de una juventud víctima del sistema, en los bordes del ridículo y la digitalización, al límite de la experiencia.


Ciertamente, el punto fuerte de “15 millones de méritos” está en el genial retrato que se hace de la juventud. Son personas asépticas, sin capacidad de reacción, lobotomizadas por todas las pantallas que les rodean, pantallas cuya verdadera función es adormecer los sentidos en pro de la comodidad. Estos jóvenes son esclavos que sólo pueden aspirar a dos vidas: ser obreros y pedalear para generar electricidad o ganarse el favor del jurado del Talent show y pasar a otro peldaño social del que hablaremos después. 

Estos adolescentes apáticos y desganados viven en un permanente estado de alerta ya que están siendo observados todo el tiempo. Se encuentran expuestos, abocados al juicio de los demás, amenazados por las opiniones del jurado de ‘Hot Shot’. Están sumisos ante fuerzas desconocidas, en un universo donde todos somos dependientes de una deidad no religiosa, más bien comercial, una especie de franquicia social, una dictadura del pensamiento. 




Como jóvenes sólo podemos anularnos, aniquilar nuestra identidad y continuar contribuyendo a este sucedáneo del mundo sin sentido. El final de la historia se antoja un tanto ambiguo de más y aporta muy poca esperanza al valiente protagonista de tristísima figura. Si no quieres seguir siendo un obrero cualquiera, y pasas la prueba del laberinto con la aprobación del jurado, puedes acceder a una vida más cómoda, pero igual de solitaria y carente de control. Desde tu habitáculo tienes vistas al mundo, al mundo de verdad, pero sólo puedes contemplarlo a través del cristal. ¿Tanto esfuerzo para esto?


El primer capitulo fue menos ambicioso y, sin embargo, más interesante si cabe que esta segunda entrega. A pesar de que, por su complejidad y su distancia narrativa, la historia no ha sabido cerrarse con el mismo broche de oro que su primera parte, este segundo episodio es una obra clave de la televisión contemporánea. El oscuro tríptico de Black Mirror se corona como la reflexión imprescindible de nuestros días. 

Y es que, en realidad, no hay nada ajeno al caos de la actualidad en este relato audiovisual. ¿Acaso no está más valorado en nuestro país el veinteañero de OT que el becario o el investigador? ¿No vivimos todos, cada vez más, en cierto estado de paranoia debido a la exposición pública de nuestras vidas a través de diversas redes sociales o medios digitales? 
“15 millones de méritos” ha sabido retarnos a pensar en la deformación de la interacción propia de todos los videojuegos de última generación, los gadgets multiusos, la hiperconectividad social y el consumismo exacerbado. La publicidad ha dejado de ser un algo para transformarse en el Todo. Black Mirror es desde ya la serie imprescindible de 2011. 


martes, 20 de diciembre de 2011

MELODRAMAS MACARRAS


3ª Temporada. Misfits, 2009 – 2011 (E4)

La tercera temporada de Misfits ha cumplido con las buenas expectativas generales. Pero ya está.  La salida de Robert Sheehan no ha lastrado el desarrollo de la serie, aunque tampoco ha contribuido a que la historia avance o se reinvente con cierto interés o capacidad de sorpresa.


La incorporación de Rudy plantea un conflicto extraño. Su personaje viene a hacer algo imposible: cubrir el hueco en funciones de Nathan, una tarea complicada, pero de la que Joseph Gilgun sale airoso.  Y ahí está lo raro. A pesar de que no se puede sustituir el grado de comicidad de Robert Sheehan, Rudy es, junto a Kelly, el personaje más carismático en la actualidad. 

¿Hasta qué punto afectan los ajustes de producción en la calidad del relato? En 1977, Don Luis Buñuel, llegando al final de sus días, rodó Ese Oscuro Objeto de Deseo. Él le ofreció el papel de Conchita a Maria Schneider, la protagonista de “El Último Tango en Paris”, pero ella rechazó debido a la gran cantidad de escenas en las que tenía que estar desnuda. Buñuel optó entonces por la francesa Carole Bouquet.


Sin embargo, a mitad del rodaje, la actriz decidió abandonar la película, y el director eligió a Ángela Molina, quien tenía un ligero parecido con Bouquet, como sustituta para terminar las escenas de Conchita. En lugar de cancelar la producción, Buñuel buscó una solución que acabó por darle un valor añadido al film: una única persona interpretada por dos actrices. Una que representaba la parte del personaje más fria y comedida, y otra más temperamental y explosiva. En este caso, la solución no comprometió la estabilidad de la ficción, justo al contrario.

En esta tercera entrega de Misfits la jugada no ha salido así de bien. Aunque tampoco ha dado malos resultados. A pesar de la coralidad en el protagonismo de los personajes, Nathan se había hecho con la autoría de la serie, era el buque insignia de Misfits. Que su serie no se haya hundido esta temporada sólo prueba una cosa: el punto fuerte está en los guiones.


La Misfits postnathan ha sobrevivido correctamente gracias a la calidad de sus escritores, quienes han desempeñado una labor importante para hacernos olvidar de Robert Sheehan, alternando algunas entregas mediocres con otras que han gozado de un rico nivel creativo

Los mejores episodios, a mi parecer, han sido los dos primeros. La materialización de la bipolaridad que habita en el interior de casi todo el mundo a través del desdoblamiento de Rudy, en sus versiones depresivo/pulsional, ha sido la idea más interesante que, sin embargo, no ha sido desarrollada con un consecuente interés en el resto de capítulos.


El 3x02 ha sido no sólo el mejor de la temporada, también uno de los mejores de la serie. Esta vuelta de tuerca en las historias de género, orientación e identidad sexual, ha nutrido el espectro de originalidad de las ficciones televisivas. El episodio de los nazis empezó muy bien pero no le supieron extraer todo el partido. 

Algunas tramas han tendido al aburrimiento. Para ser tan macarras, a veces se ponen bastante moñas. Simon y Alisha son bastante soporíferos. Las conversaciones y las tramas “amorosas” han llegado a momentos melodramáticos insospechados con estos dos, aunque también con Kelly y su traficante de poderes. El contraste entre la gran cantidad de muertes, o los monólogos sobre sexo anal, con las numerosas escenas románticas, ha sido un tanto desconcertante. Por momentos parecían dos series distintas conviviendo en la misma historia. Algo así como lo de Ángela Molina y Carole Bouquet representando el mismo personaje a la vez.


Era muy difícil continuar sin el elemento que se había adjudicado la autoría de la serie. En Misfits han hecho lo que han podido y no ha estado nada mal. Ha habido grandes momentos y la actitud y el estado anímico del relato se han mantenido intactos. Sin embargo, aunque no han defraudado, tampoco han sabido sorprendernos y hacernos reír tanto como en antaño.

Después del final de temporada no sabemos muy bien qué pasará con los protagonistas. Me da que Rudy no será el único nuevo fichaje en vestir el mono naranja. La confirmación de una nueva temporada es una alegría. Pero es innegable que necesitan un punto de giro en todo esto. Esta historia va presentando achaques propios de la edad y la ciencia ficción.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

LA PRINCESA DE FACEBOOK Y EL MARRANO

Black Mirror. Parte I: The national anthem, 2011 (E4)

La Infanta Cristina ha sido secuestrada. Un video de Youtube reclama que, para su liberación, Mariano Rajoy deberá hacer el amor con un cerdo en televisión. Así comienza el primero de los tres episodios autoconclusivos de la miniserie británica Black Mirror (sólo que en Londres y en un mundo, por supuestamente, ficticio (o ficcionado)). 


The National Anthem es el título de esta primera entrega de la historia escrita por Charlie Brooker, el mismo que 3 años atrás nos deleitó con la apocalíptica Dead Set. Aquella serie, también emitida por E4, nos presentaba una Inglaterra invadida por zombies, donde los únicos humanos no infectados se encontraban dentro de la casa de Gran Hermano, ajenos a toda información y, por tanto, en total desconocimiento de la amenaza que corrían sus vidas y la existencia de la raza humana.

Esta nueva incursión televisiva nos ofrece otro argumento colmado de creatividad y cuya esencia nos incita a reflexionar sobre el papel que Internet y los medios de comunicación de masas desempeñan en nuestra sociedad y en nuestras vidas privadas. 


La princesa Susannah ha sido secuestrada por un grupo terrorista desconocido. Para su rescate, la única forma de que sea devuelta con vida, requieren que el Primer Ministro británico practique el coito con un cerdo, en horario de máxima audiencia para que lo vea el mundo entero. 

Black Mirror muestra un genial retrato sobre cómo ha cambiado el cuento con las tecnologías de la información. El Primer Ministro quiere controlar la situación prohibiendo a las cadenas de televisión emitir el video del secuestro para que la información no llegue al conocimiento de los ciudadanos, pero es demasiado tarde. El clip se ha reproducido en Youtube a la velocidad de un rumor en la plaza del pueblo. La proposición zoofílica es trending topic en Twitter


En 1976, Sidney Lumet dirigió Network ("Un mundo implacable"), cínica película sobre la decadencia moral y ética de las televisiones, las empresas y los telespectadores. El presentador Howard Beale abre su noticiario diciendo que se va a suicidar en plató. El programa va a ser cancelado debido a los bajos índices de audiencia y, en consecuencia, él va a acabar con su vida en directo. Black Mirror recuerda un poco a los recorridos narrativos y al ambiente que se bosquejaban en este film. La sociedad reunida en torno al televisor, pendiente del profeta y formando parte de la historia en directo

El sensacionalismo y el mal gusto de los contenidos televisivos nos hacen repudiar la pequeña pantalla, pero, a la vez, son la droga inducida que también nos hace encenderla de nuevo. En un negocio donde todo vale en el “todo por los ratings”, ¿cúal es el límite?, ¿dónde está el límite?, ¿quién es el límite?, ¿qué es el límite?, ¿puedo invitarte a una copa, límite?


Los personajes de Black Mirror están pegados a la pantallas. El sentido de falsa comunidad aumenta y estalla ante la desgracia y la carcajada ajena. Pero es que, ¿quién no vería la televisión si su presidente fuera a copular con un cochino? 

El guión ha sabido recoger muy bien el uso que de los gadgets hace el usuario medio, pero también el periodista de primera fila. Muchos de ellos ligan mandándose fotos picantes con el Iphone, algunos dejan de trabajar para acoplar su cabeza en la caja tonta, otros hacen reportajes con el Smartphone, y los hay que, al borde de la desesperación, recurren a los efectos especiales, los sonidos de alta frecuencia y la realidad virtual para intentar esquivar la petición del pueblo. Sin embargo, no hay atajos que valgan. Hasta la princesa favorita de los británicos es comúnmente denominada como the Facebook Princess.

Este primer episodio ha sido Brutal. The National Anthem es un verdadero ensayo audiovisual. La parodia estremecedora que se salpica sobre la clase política viene a cerrar un año en el que esta temática no ha podido estar más de actualidad en Gran Bretaña. 

Este 2011 a punto de terminar ha visto como UK se organizaba en la insurrección. Los disturbios que comenzaron en Londres a principios del pasado Agosto empezaron como una protesta puntual contra las fuerzas policiales. Sin embargo, a través del BlackBerry Messenger y las diversas aplicaciones de las telecomunicaciones móviles, miles de jóvenes se lanzaron a una anarquía mal entendida desatando un caos de pseudo-ciencia ficción donde lo que era protesta antiracial acaba por deformarse en un "Sálvese quien pueda" y, mientras tanto, roba todo lo que pilles. 


ESPOILER El desenlace de esta primera parte de Black Mirror poco tiene que ver con células extremistas. En todo caso, podríamos hablar de un terrorismo cultural. La princesa de Facebook estaba retenida en la Tate Modern. Ella ha sido la pieza clave de la gran performance del Siglo XXI...

Y tú, ¿cuántas pantallas tienes en tu vida?

martes, 13 de diciembre de 2011

EL CARISMA DE LAS VERBORREAS QUE CAMINAN POR PASILLOS

Studio 60 on the Sunset Strip, 2006 – 2007 (NBC)

En 2012, según la agenda maya de catástrofes, llegará el fin del mundo. Se dice (se comenta) que nos quedan, aproximadamente, unos 365 días hábiles para hacer todo eso que siempre hemos querido… hacer. También en 2012, septiembre para ser concretos, HBO nos obsequiará con la nueva serie de Aaron Sorkin.
Newsroom contará, a lo largo de 10 episodios, la historia de un programa de Tv cuya temática se centra en torno al mundo del deporte. 


Esta nueva criatura viene a llenar un vacío en nuestros televisores de 5 años, el tiempo que ha transcurrido desde la cancelación de la primera y última temporada de Studio 60 on the Sunset Strip. Durante este periodo de inactividad televisiva, Aaron Sorkin ha dejado que sus palabras conformen universos en distinto formato y se proyecten en pantallas de mayores dimensiones. 

Con The Social Network consiguió el Oscar al mejor guión adaptado en 2011. Este galardón viene, en realidad, a conmemorar  la labor de un escritor cuyas obras forman parte de un mismo universo diegético. Y es que es difícil no encontrar paralelismos cuando uno visiona The West Wing, A Few Good Men, Sports Night, Studio 60, Moneyball o The American President.


La escena de apertura de The Social Network, el diálogo en el pub entre “Mark Zuckerberg” y el personaje de Roony Mara, podría ser una de las muchísimas conversaciones que Matt y Harriet mantienen a lo largo de los 22 capítulos de Studio 60. La diferencia es que en la serie los personajes no pueden parar de andar y en esta escena parecen estar pegados a las sillas para evitar precisamente esto. De alguna forma, se les ve incómodos ahí sentados. Parece que, en cualquier instante, se van a poner a beber Red Bull y a hacer marcha.

Este es un estilema característico del universo de Aaron Sorkin. Los personajes no pueden parar de andar. Studio 60 se materializa a través de larguísimos planos secuencia, cuya dirección requería complejas coreografías y gran coordinación. Los actores debieron de ahorrar en preparadores físicos, aunque no en foniatras. Pienso en The West Wing (“El Ala Oeste de la Casa Blanca”) y sólo recuerdo a gente andando y hablando por los pasillos. Sin parar. 


Studio 60 on the Sunset Strip cuenta la historia de un programa cómico de sketches al estilo Saturday Night Live. Como muchas otras obras de calidad, y/o cierto interés, que fueron canceladas prematuramente, ha terminado por ser señalada como una serie de culto. Todo en ella está a la altura de su creador. Tanto en lo técnico como en lo creativo. Tanto en lo formal como en el contenido.

La importancia de Saturday Night Live en la cultura audiovisual norteamericana, o, como se prefiera, en el mundo del espectáculo, no tiene parangón con ningún otro show de televisión. De sus contenidos han salido horas de humor perenne, actores con carreras prolíficas y fuentes de inspiración infinitas.
El ejemplo de Studio 60 no es hijo único. En un registro que nada tiene que ver con este dramedia, el 30 Rock de Tina Fey nos está contando la misma historia, cómo se gesta TGS, que, al igual que la serie dentro de la serie de Sorkin, es la marca blanca, el Hacendado, de SNL.


Matthew y Danny son el nuevo guionista y el nuevo productor, respectivamente, de Studio 60 on the Sunset Strip. Ambos son dos versiones de Aaron Sorkin, dos partes complementarias de la personalidad de su autor. Por ejemplo, uno de ellos es antiguo conocido de la cocaína, sonado bache en la carrera de este guionista.  El otro dice, en uno de los episodios, que no es muy fan de la comedía física, lo que es, en verdad, un comentario del narrador cárnico-huesístico. Y es que a Sorkin lo que le gusta es la Screwball comedy. Al cuadrado. Y en movimiento. 

Los personajes de su filmografía están borrachos de palabras, colocados de sintaxis y al borde del nirvana gramatical. Ninguno puede cerrar ni el pico ni la boca. Todos ellos padecen de una condición que hemos convenido en etiquetar como “El síndrome Aaron Sorkiness”. Dícese de aquel impulso irrefrenable que te lleva a producir palabras sin cesar, en un absoluto dominio del conocimiento, la ironía y el sarcasmo. Los seres ficcionales de Studio 60 están en posesión de una lucidez verbal asombrosa, y gozan de una capacidad encantadora para materializar pensamientos en frases. 


Esta elegancia en la destreza oral nos embruja sobremanera, pero, por momentos, también chirría como un muelle oxidado que todos sean tan sabios y comunicativos. Por otro lado, es curiosa la ausencia de personajes que encarnen la figura del mal. En el universo Sorkin no hay grandes antagonistas. Todo el mundo es buena gente. Se plasma una visión amable de las personas. Somos como recipientes de carisma sujetos a las formas azarosas que pueden arrastrarnos a tomar decisiones equivocadas o a comportarnos oscuramente. Nosotros podemos ser nuestra propia némesis. 

Esta carencia de malvados puede advertir de cierta falta de tensión que mantenga el interés en las tramas. Studio 60 es una serie tranquila, lenta y poco exótica. Su visionado requiere interés y predisposición. Su atractivo recae en los personajes, sus vidas y sus formas de interactuar, así como el gozable detallismo con el que se plasma la vida de un puñado de guionistas y de un grupo de entes laborales del universo televisivo. Tanto es así que el foco de la historia rara vez abandona el edificio de la cadena donde se ingenia y produce el programita.


Después de devorar un par de capítulos, no sólo te entrará un ansia incontrolable por andar y hablar, sino que, además, confirmarás que para contar una buena historia no necesitas mucho más que dos personajes en perpetuo conflicto dialéctico. Dos puntos de vista que chocan. Gente discutiendo con asiduidad. La palabra dinámica. La boca hablando y las piernas en movimiento de Amanda Peet. La palabra. Siempre la palabra. 

La aparente filantropía de Aaron Sorkin nos regala unos relatos que reconocemos como cercanos. Identificamos a muchos de sus personajes de ficción como si fueran gente de nuestro entorno. No es difícil, en algunos casos, encontrar equivalentes.
El desarrollo de sus tramas carece de un tono agresivo y puede presumir de una inteligencia y un carisma que apela a la comprensión, al intelecto y al respecto del espectador.


Podemos extraer de su carrera el interés que tiene por desmantelar las esferas laborales del mundo de la comunicación. Ya sea la política, en The West Wing, Intenet y las aventuras de los emprendedores, en The Social Network, y el mundo periodístico-televisivo, en Sports Night, Studio 60 y la futura Newsroom.

Más allá del trabajo, los individuos infectados por el “Aaron Sorkiness” han alcanzado el éxito profesional por intentar impresionar a un potencial interés amoroso. Ten en cuenta que la médula ósea de Studio 60 es, guste o no, la no relación entre Matthew Perry y Sarah Paulson. Y, mejor aún, el génesis de Facebook está en el acto rabioso de intentar suplir las carencias sentimentales y sociales con una billonaria carrera profesional. 

Los mayas que digan lo que quiran. Y que anden por los pasillos. 

domingo, 4 de diciembre de 2011

DE AGUJEROS EN EL SUELO

A propósito de
las teorías conspiratorias sobre la proliferación de sinkholes

A veces ocurre. Nos encontramos agujeros en el suelo. Nuestra mirada suele ir clavada al frente, por si nos topamos con alguien conocido. También elevada al techo de las ciudades o al cielo de turno. Ocasionalmente, en picado, al tanto de nuestros pies o evitando los obstáculos cotidianos.
Rara vez, los ojos se detienen en seco para observar el suelo en perpendicular. Y quizás mejor así. Si haces la prueba y, en una de estas, te encuentras con una grieta hacia las profundidades de la Tierra, podrías perderte para siempre en la contemplación. No serías el primero.


En 1964, Kaneto Shindō se inspiró en una parábola budista para escribir una de las obras clave del cine de terror japonés. Onibaba cuenta la historia medieval de tres personajes que viven ocultos en una especie de trigal.
En plena guerra, una mujer y su nuera se dedican a robar a samuráis que atraviesan la zona y a lanzar sus cadáveres a un hoyo que hay cerca de su cabaña. La llegada de un antiguo vecino siembra el caos en esa microsociedad a través de la sexualidad y el terror.


Onibaba es la historia de múltiples vacios, tanto físicos como invisibles. Todos ellos son representados en un agujero hacía el subsuelo, hacía lo desconocido y hacía la oscuridad más inmanente de las trampas humanas y las pulsiones de la naturaleza.

Esos planos cenitales, dirigidos al más allá terrenal, también han tenido alguna que otra aparición destacable en las ficciones televisivas. Sin retroceder mucho en el tiempo, el quinto capítulo de Once Upon a Time comienza con la aparición de uno en las inmediaciones del pueblo. Allí abajo descubrimos el peligro ante un posible derrumbamiento, pero sobre todo la esperanza de encontrar un punto de unión entre dos mundos, uno de los cuales permanece olvidado y yace oculto casi en el centro de la Tierra.


En este capítulo, además, aparecen las barritas Apollo en un claro homenaje a Lost en los tiempos en los que nos desvelaron el primer agujero. La escotilla de la estación Cisne representaba la obsesión de John Locke por el misticismo y la esperanza de una vida cargada de sentido más allá de lo mundano y lo terrenal. La Orquídea era un microondas subterráneo que, convenientemente destrozado, nos permitía bajar a un glaciar para mover la rueda que nos llevaría de excursión a través del tiempo. 
El corazón de la isla se encontraba oculto en el fondo de una cueva, donde se preserva la luz de la raza humana que no debe de apagarse nunca. Si bajas abajo es para sacrificarte por los demás, como Jesucristo, y morir.

Las perforaciones en el suelo no siempre conllevan tanta metafísica. En la cuarta temporada de Weeds, aparece un agujero en el almacén de la tienda de ropa prenatal. Si te atreves a bajarlo, puedes descubrir que hay un túnel sin aduanas que une México con USA. Esta travesía que surca lava y piedra tenía otras dimensiones cuya utilidad sí se concentraba en lo mundano a través del tráfico de blancas, drogas y armamento. Esta cavidad fue el hoyo de la verdad que colmó el vaso e hizo poner el freno de mano al oportunismo de Nancy Botwin. La curiosidad casi mata a la gata. Cuidado con los agujeros ajenos, nunca hables con agujeros desconocidos.


Los orificios son tan viejos como los ancestros, parece que siempre han estado ahí, malditos. Sin embargo, nosotros también podemos agujerear las superficies y presumir de iniciativa y talante exploratorio. Otras veces no te quedan más cojones que cavar. En la maravillosa primera temporada de Prison Break, Michael Scofield tiene que taladrar suelos, paredes y todo tipo de muros. Estos túneles son libertad, pero también justicia y enfado. Los boquetes se concatenan para permitir la huida hacia un mundo no mucho mejor, aunque sí con más posibilidades. El fin justifica los agujeros, los agujeros lo justifican todo. 


Hay muchísimas otras grietas ocultas en las narraciones audiovisuales. Se me ocurre la madriguera por la que Alicia cae en el país de las maravillas. El hoyo que Nate cava para enterrar a Lisa en Six Feet Under. La perforación que la protagonista de The Big C hace en su patio trasero con el sueño casi imposible de construir una piscina o superar un cáncer.

También podemos citar la canción "Way down in the Hole", la cabecera de las cinco temporadas de The Wire, cuya melodía acompaña al documental-videoclip que nos introduce, episodio a episodio, en el agujero que es Baltimore. O, por qué no, el mucho más alucinado túnel subterráneo que une Buenos Aires con Shangai, aparecido en la última temporada de Torchwood.
También hay gente que cava agujeros y los llena de agua para crear una de las imágenes más icónicas de los noventa

viernes, 2 de diciembre de 2011

RELATOS PRIMIGENIOS DE UNA NACIÓN SIN PÓLVORA

Hell on Wheels, 2011 (AMC)

Un trágico antihéroe camina solo, tirando de su caballo. Ambos están exhaustos y ensimismados. Sus pasos no sólo buscan agua turbia que calme la alucinación. El ansia de oro en una tierra prometida, tras la Guerra de Secesión, en la que se está construyendo el mito de la civilización, viene a retratar un paisaje de depredadores sin ley y violentos apaños. 


Hell on Wheels, creada por Joe y Tony Gayton, viene a contarnos el relato del eterno hombre de ninguna parte, sin raíces, sin dinero, sin amantes, sin amigos, aunque con algo de alma y pólvora en los bolsillos. Su razón de ser viene motivada por el deseo de venganza. Cullen Bohannan debe encontrar a los culpables de la muerte de su mujer, el único vínculo que le mantiene con vida y le otorga licencia de simpatía. 

La década de 1860 es, por tradición cinematográfica y por importancia histórica, uno de los periodos más interesantes, excitantes y oscuros de explorar en una ficción audiovisual. La fundación de la sociedad capitalista que lo depreda todo, el violento conflicto entre caos y civilización, la etapa embrionaria de las leyes (o la falta de ellas), el vampirismo de la religión, la explotación de petróleo, el racismo… Todos estos elementos suelen componer un potente cuadro que nos hace mirar hacia atrás para entender hasta donde hemos llegado. 


Podemos citar, entre otros muchísimos, títulos de una importancia capital como “El tesoro de Sierra Madre”, “Gigante”, “Avaricia”, “Los vividores” o la más contemporánea “Pozos de ambición”. La unión de este fascinante periodo temporal con la firma de la cadena AMC, cuya totalidad de producciones, Mad Men, Breaking Bad, The Killing, Rubicon, The Prisoner y The Walking Dead,  han sido elogiadas ampliamente por la crítica, parecían avalar el estreno de esta serie como el evento de la temporada. Todo ello sin apenas haber podido ver el episodio piloto.

Quizás es pronto para decir, con sólo 4 capítulos, pero Hell on Wheels es un relato carente de sustancia. Hay falta de ritmo, de carisma en los personajes, de tensión en las escenas, de tramas interesantes, de diálogos elocuentes, de comentarios irónicos. 
Por el contrario, sobran primeros planos de caras enfadadas, fotografías crepusculares que no congelan instantes, argumentos inconexos y actores que sobreactúan. 


Hell on Wheels no parece enmarcar ni caparazón ni esencia. Lo que nos cuenta es algo que hemos visto muchas veces, sólo que, esta vez, bajo formas menos imaginativas. Sin ir muy lejos, Deadwood e, incluso, Justified ofrecen aportaciones al género del western televisivo mucho más notables.

La escena inicial del piloto, en el confesionario (con la patada incluida tras el tiroteo), parece una parodia de lo que, supongo, querían contar en un principio. Algunos momentos claves, como la masacre del primer capítulo o la huida del protagonista del vagón en el segundo, están narradas con cero capacidad de atractivo y/o suspense. 


Hay muchos detalles por los que el relato se podría despistar de vez en cuando: los mitos históricos de la posguerra americana, los cimientos de la sociedad moderna, la voracidad extrema de una ley de improvisación o las morales putrefactas del nuevo mundo. Sin embargo, la nueva serie de AMC se centra en la historia de la construcción del primer ferrocarril transcontinental y en la venganza descafeinada de su protagonista, sin incitar a mucho más subtexto.

Las primeras entregas sí parecen apuntar hacia algunas tramas de interés. La relación entre el vengador y el trabajador de color nos muestra ciertos aspectos de la esclavitud y la problemática racial tras la guerra. El odio y la misantropía siempre ayudan a configurar una atmósfera ambigua e inquietante, en la que al individuo no le queda otra que huir hacia delante y tener grandes expectativas de convertirse en un hombre rico y poderoso. 


La apuesta de AMC por esta visión del punto muerto entre el viejo y el “nuevo” mundo se despliega fuerte en la forma pero vacía en el contenido. Esperemos que la historia arranque en algún punto y el verdadero conflicto entre indios y vaqueros tenga algo más creativo que contar. Por el momento, Hell on Wheels es el relato de un historia mal construida. Debe ser el primer chasco de la cadena infalible. Nadie es perfecto.