miércoles, 30 de noviembre de 2011

EN BUSCA DE LA ESENCIA PERDIDA


Weeds, 2005- 2011 (Showtime) ALERTA SPOILERS

Hace un par de años ocurrió un milagro. Nancy Botwin decidió que era hora de quemar su pueblo. Algunas de las tramas que se habían ido gestando a lo largo de las tres primeras temporadas de Weeds parecían estar aplastándose en un callejón sin salida. Sus protagonistas, en antaño endémicos de Agrestic, el pueblo ficticio donde se desarrollaba la serie, estaban preparados para algo más: la promesa del nihilismo.


La serie de Showtime, concebida como una hipérbole de los usos y costumbres de la clase media estadounidense, aspiraba a relatar como una madre de familia recién enviudada luchaba por mantener su nivel de vida a través de la venta de hierbas de la risa. El escenario era entonces de una importancia capital. Agrestic era el lugar de convergencia de todos esos sistemas de pensamiento y creencias que ahogan al individuo y lo exponen a una cotidianidad absurda y carente de cualquier tipo de felicidad o sentimiento de autorrealización. 

La alienación y el postmaterialismo que pesaban en las vidas de los protagonistas se hacía evidente desde la mitiquísima cabecera de Weeds. Reminiscencias cinéfilas nos trasportan al cine de Jacques Tati, quien en "Mi Tío" dirige su sátira contra la manía de la mecanización que amenaza aquellos despreocupados y viejos modos de vida. Esa sed de confort y de apariencias… ¿Dónde deja el elemento humano? ¿Por qué creemos que el objetivo de la perfecta vida moderna tiende a una casa (sociedad por extensión) llena de gadgets?


Tati se deleitaba malévolamente mostrando cómo la automatización, supuestamente concebida para mejorar la calidad de vida, opera contra la comodidad, la relajación y el placer. Su humor era por completo visual y auditivo, el culmen de la comedia física. 
Sin embargo, la faceta cómica del universo de los Botwins se desarrolla, generalmente, por la verborrea de sus protagonistas. Weeds es una screwball comedy de actitud. Del posicionamiento moral, social y/o vital de sus personajes se desencadenan situaciones y diálogos que se dejan llevar por el surrealismo y la gramática ácida.

Pero, ¿era posible continuar la historia de Jenji Kohan fuera de Agrestic, cuando todos los elementos de la serie tenían su razón de ser en el escenario? La satirización social, la comicidad de las tramas, la empatía con el negocio de Nancy, la justificación argumental, la naturaleza de los personajes, el drama, la comedia y, en definitiva, todo el entretenimiento de Weeds yacía en el asco y el pasotismo existencial de habitar un universo que se detesta. 


Muchos espectadores abandonaron la serie al final de esta primera etapa o lo han ido haciendo poco tiempo después. Todo nuestro respeto hacia ellos. Su posicionamiento pedía un desarrollo “normal” y consecuente que la serie no ha querido cumplir. Y es que Weeds no se compromete con nada, no le debe explicaciones a sus espectadores. Es en esta pose punky de no pedir permiso a nadie donde radica la esencia de este dramedia. Es ahí donde o te escandalizas o te enamoras hasta el final de los tiempos. 

Por todo esto tenemos que recalcar el infinito aburrimiento que nos produce el encontrar tanta gente que ha seguido las andanzas y chanzas de Nancy durante 7 años sólo para quejarse de la falta de credibilidad y sentido de sus vivencias. ¿En serio? ¿Dónde quedó vuestra capacidad de disfrute? Si no te gusta, ¿por qué lo miras?

Fue en ese antaño donde Weeds se convirtió en algo más. Tras tres años de autor magníficos, la serie podía haber seguido quejándose de lo mismo de siempre. En su lugar, la familia al completo se adentró en universos narrativos muchos más ricos y emprendió una huida en busca del nihilismo prometido. 

Escenario: Agrestic – Majestic – Regrestic – USA – El Universo

La Cuarta temporada nos trasladó a la frontera mexicana y al subsuelo (nunca mejor dicho) de aquel, también ficticio, pueblo costero llamado Ren Mar. La Quinta temporada fue un verdadero hito, pocas veces se ha visto en televisión semejantes bizarradas tan deliciosas.


El martillazo en la cabeza con el que finalizamos la etapa mexicana nos impulsó a una nueva huida, esta vez hacia el norte. En el sexto año, los Botwins se reinventaron una vez más a sí mismos convirtiendo su serie en un roadtrip de itinerario imprevisible y fumeta

La séptima temporada ha empezado a mostrar síntomas de fatiga y ha fallado en algo que no había hecho con anterioridad: la capacidad de mantener el espíritu de sus personajes pase lo que pase. Y es que si algo ha conseguido mantener nuestra adoración por Weeds ha sido la fidelidad con la que los protagonistas se adhieren a sí mismos, no importa donde estén ni que les pase. 
Nueva York no parece haberles sentado tan bien. Nancy ha tenido una aptitud muy extraña al salir de la cárcel, el tío Andy ha empezado a sentir pena de sí mismo, Shane ha madurado y Silas se ha vuelto un coñazo. 


La séptima temporada ha sido la historia de un argumento en decadencia. La forma en la que la familia ha vuelto a reunirse ha sido muy artificial, al contrario de lo que habíamos visto antes. Sus tramas han carecido de la típica tensión in crescendo de todas sus entregas anteriores. Weeds nunca ha dejado de entretener, pero Nueva York no es ciudad para "El Andy".

Es necesaria una octava temporada para recuperar la esencia perdida. Lo gracioso es que sus productores ejecutivos aseguran que la próxima entrega puede no ser la última. La serie de Showtime debería durar para siempre. Todo es ya posible. La búsqueda de los Botwins por encontrar esa mezcla entre paz y riesgo, entre vivir en comunidad pero hacer lo que les de la gana, no acabará nunca. 


Weeds es el relato de una sociedad sin sentido atravesando una época de desencanto. Es el retrato de una familia disfuncional que huye de lo supuestamente "establecido" para recrearse en la vida, las actividades ilícitas, las relaciones personales y lo excitante. Es el cuento, estirado por complejo, en el que se ha renunciado a las utopías y a las ideas de progreso en conjunto, para apelar a la comicidad y la valentía. Es la nueva reformulación de lo que debíamos de entender por "familia nuclear"

A pesar de su filosofía posmodernista, no es una serie melancólica. Sus protagonistas pasan de todo y viven en el presenteísmo más absoluto. Sus vidas se basan en la búsqueda de lo inmediato, la apuesta por el progreso individual y la capacidad de adaptación. Su vigencia en antena, además, nos está alargando la vida a base de carcajadas. Weeds debería durar para siempre.


viernes, 25 de noviembre de 2011

JÓVENES EMPRENDEDORES Y BEBIDAS ENERGÉTICAS

2ºTemporada. How To Make it In America, 2010 – 2011 (HBO)

Nueva York parece ser la metrópolis de la fracción identitaria por excelencia. Desde el Manhattan de Woody Allen hasta las conversaciones guarro-existencialistas de Sex and The City, el recorrido audiovisual da para un tour más que rentable en el que desmantelar las múltiples crisis de personalidad que estos urbanitas atraviesan a los 30, a los 40, a los 50, a los 16…


Y es que Nueva York es, a fin de cuentas, la metáfora de la ciudad contemporánea occidental, la intersección de lo actual, el resumen de una sociedad que marca camino a través del capitalismo tardío. En sus calles, gentes de todo el mundo intentan definirse a sí mismos a través de lo social, lo sexual, lo emocional, lo económico, etc.

Personajes de Friends, Damages, Revenge, White Collar, Heroes, Gossip Girl y un sinfín interminable de ficciones han compuesto un imaginario extremadamente multidimensional, en el que esta ciudad ya se nos antoja hasta propia. No es necesario viajar hasta los Estados Unidos, hemos pasado tanto tiempo deambulando por Brooklyn a través de las ficciones televisivas que su urbanismo nos pertenece. Como tierra de las oportunidades, además, la ciudad que nunca duerme siempre ha sido el punto de referencia del llamado sueño americano.


How To Make it In America alberga todos estos ingredientes clásicos y, aun así, se las apaña para hacer algo casi imposible: mostrarnos un Nueva York que no habíamos visto antes. Al menos no bajo esta óptica hipster con vocación documental.
Video, fotografía, música, arte urbano, baretos, galerías de arte, fiestas clandestinas, diseño gráfico, danza, skateboarding y actrices de Showgirls. Todo esto, y mucho más, se amontona en un collage cuyos episodios aspiran a mostrarnos cómo se trabajan los sueños y las dificultades de emprender un negocio en una ciudad donde está pasando todo, todo el tiempo.

La historia narra las peripecias de dos jóvenes emprendedores. Ben y Cam son dos amigos que, cerca de la treintena, se lanzan a la aventura de montar su propio negocio de moda. El relato se centra en sus esfuerzos por sacar la marca adelante, sus dificultades económicas y los dilemas amistoso-laborales.
En su momento intentaron venderla como la Entourage de la costa este por el hecho de tener los mismos productores ejecutivos y un argumento similar. ¡Qué nadie os engañe! Esta serie tiene vida propia.


Una vez más tenemos jóvenes perdidos en las calles de esta urbe donde todo es posible y donde la incertidumbre identitaria nos pone a prueba con asiduidad.
HTMIIA tiene un personaje no humano, al menos en apariencia. Nueva York es el escenario-protagonista de esta historia cuyo contenido parece que ya nos han contado mil veces, pero cuya forma no habíamos visto antes con tanta expresividad.

Y tanto es así que la serie se desarrolla, casi en su totalidad, en espacios públicos. Los protagonistas son endémicos de la gran ciudad. Juntos recorren sus calles, se esconden en sus cafés o se reúnen en cualquier esquina. Nueva York es su único hábitat. De sus planes, sueños, errores y encuentros casuales se desprenden encrucijadas que ponen a prueba su grado de romanticismo. El eterno dilema entre seguir soñando o volverte más práctico y acomodarte.


A través de sus vivencias, los protagonistas van desenmarañando la sociedad de clases y la hipocresía de un sistema que sí parece funcionar.
El tono costumbrista de sus tramas, la sencillez de su narración, el recurrente uso de la fotografía fija, el gran número de localizaciones aparecidas y la simplicidad con la que han sabido plasmar la cotidianidad de sus historias hacen de HTMIIA una especie de híbrido entre un magazine de tendencias neorrealista y un telefolletín posmoderno.

Este supuesto documentalismo va vehiculado a través de un estilo audiovisual que parece el trabajo de fin de curso de alguna escuela de diseño gráfico. Sin lugar a duda, este es el punto fuerte de la serie de HBO.
Los actores, muy acertados en sus papeles, tienen un doble atractivo, ya que en la vida real, algunos de ellos como Bryan Greenberg y Kid Cudi, son cantantes de la escena de la Gran Manzana.
También el formato es un elemento a favor. La brevedad de sus temporadas, cada una con 8 capítulos de treinta minutos, ofrece pequeñas dosis de las que no da mucho tiempo a cansarse.


La segunda temporada ha supuesto un salto cualitativo evidente. Sin embargo, sus primeros capítulos resultaron mucho más estimulantes que el tramo final.
La gran pregunta es: ¿qué pasó con Shannyn Sossamon? Su nombre era el más conocido en los créditos de la primera temporada y los guionistas apenas le dieron dos frases. Con razón ya no aparece por ningún lado. Su personaje en funciones ha sido cubierto por una Lulu cargada de exotismo.

Los personajes de Ben y Rachel han sufrido ligeras modificaciones. Ninguno es ya tan soso como al principio de la historia. Ambos caen mejor y hasta tienen sus propias aportaciones cómicas, especialmente la segunda. De hecho, la línea argumental de Lake Bell, a la deriva en busca de la identidad perdida, ha sido de lo mejor de la temporada.
La serie se ha vuelto mucho más coral. A las tramas de Ben y Cam por un lado, y a las de Rene por el otro, se le han sumado las de Rachel, Domingo y David.


Un aumento cuantitativo en lo referente al drama, los líos de faldas y los momentos cómicos han configurado una temporada más centrada y madura que su predecesora.
En cualquier caso, una vez más, lo mejor de la historia ha sido Luis Guzmán y su interpretación de Rene. Sus aventuras como matón de medio pelo intentando ganarse la vida con la bebida energética Rasta Monsta y su historia de amor-convivencia han sido lo mejor de este segundo año.

En ocasiones, tanto elemento "guay" hace que HTMIIA pueda parecer una serie frívola. También la sencillez y el costumbrismo de sus historias pueden dar la impresión de que "no pasa nada". Pero, en el fondo, la serie de HBO habla de lealtad, identidad y amistad desde una perspectiva original y a su propio ritmo.

En un panorama televisivo sobrepoblado por policías con habilidades especiales, abogados irreverentes y médicos en plena edad del pavo, se aprecia una historia que pretende retratar, por fin, las aventuras de un grupo de jóvenes emprendedores. Su retrato de clases y subculturas urbanas, su radiografía sociológica y su atractivo visual la han convertido en una joya dominguera. How To Make it In America es el relato de una ciudad como auténtico cuerpo contemporáneo, pero, sobre todo, la historia de grandes dilemas y pequeñas victorias.