martes, 17 de enero de 2012

FOMENTAR INQUIETUDES ELEMENTALES


La enseñanza de cine en España es casi inexistente y poco accesible. A lo largo de nuestra educación elemental no recibimos ninguna formación intelectual que nos permita comprender la naturaleza del audiovisual o que nos ayude a forjar un espíritu crítico de cara a contenidos televisivos y multimedia. 


En consecuencia, nadie puede culpar a un adolescente por contribuir a que determinada programación sea líder de audiencia o a un adulto por no saber diferenciar entre un relato de calidad y una defecación en panorámico. No hay conocimiento, no hay referencias, no hay bagaje, no hay background y mucho peor que todo eso: no hay inquietudes. Por lo tanto, la demanda de conocimiento no existe y la exigencia de expectativas parece una extravagancia de locos y gente “rara”.

Los organismos públicos no velan por el fomento de la cultura y el conocimiento como motor de evolución y estabilidad de la sociedad. La expresión de “Estado del Bienestar” es una idea comodín que sólo pretende abarcar lo económico, como si la economía no mantuviera ningún tipo de relación con la educación, la cultura y la estimulación del intelecto. No ofreciendo el conocimiento desatan una relación en cadena que automáticamente noquea las inquietudes y la sed por saber más, lo que hace que nadie enseñe porque nadie aprende, y así hasta que la pescadilla está gorda como una nutria. 


En la recién publicada lista de las 150 mejores universidades del mundo no hay ni una sola española. Si hoy hablamos de crisis ya veremos que término nos inventamos para explicar lo que tendremos en nuestras ciudades en 2020. Con cada medida se intenta justificar una mediocridad que está estancada y que no incita a nada más que la conformidad de ideas y la depresión crónica. 

Un adolescente pasa por la Educación Primaria, Secundaria y el Bachillerato sin entrar en contacto con nociones básicas de Teoría del cine o Historia de los medios de comunicación españoles. Nombres como Saura, Erice o Buñuel se escapan a nuestro entendimiento del país en el que hemos nacido y quedan tristemente excluidos de nuestra identidad nacional. Si alguien quiere formarse ligeramente en materia audiovisual debe ser un valiente autodidacta. 


Nuestro sistema de Educación Pública no sólo vive de espaldas a la consideración del cine como materia de cultura y comunicación digna de enseñanza, sino que hace un uso poco frecuente de las proyecciones como vehículo de aprendizaje y complementación en la educación. 

Que estemos inmersos en la era de la información (o la desinformación, la era de la imagen, la era de los contenidos o lo que sea), y todavía no se esté preparando al estudiante medio para formar su capacidad de recepción y asimilación de cara a la cantidad de informaciones a las que va a estar expuesto es una incoherencia brutal. Si los organismos no exigen más nunca llegará el día en que los alumnos exijan más.


Afortunadamente aún tenemos algunas herramientas como Internet (¡y los libros!) que nos permiten ser autodidactas a través del texto, el sonido y la imagen, y nos permiten DESCARGAR series de televisión decentes que nos eviten SUFRIR los folletines epilépticos de algunas de las producciones de nuestra televisión pública. Y no, no estoy hablando de…

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