viernes, 11 de noviembre de 2011

FANTASMAS BORDERLINE Y EL NUEVO HUMO NEGRO

American Horror Story, 2011 (FX)

La nueva serie de Ryan Murphy, emitida por la siempre-cuanto-menos-interesante Fox eXtended, comenzó su andadura en octubre y ya se ha convertido en el fenómeno audiovisual más comentado en el social media. Muestra una asombrosa capacidad de renovación y un insólito ímpetu para traspasar fronteras, temáticas y supuestos recursos de los géneros cinematográficos. 


Tras la puesta en marcha del engranaje de su hallazgo más exitoso hasta el momento, Glee, Ryan Murphy y Brad Falchuk han construido un nuevo híbrido, aunque quizás deberíamos buscar un concepto más amplio y avanzado que este, compuesto por  una lista interminable de ingredientes propios y ajenos, viejos y nuevos, que, sin embargo, albergan en sí mismos un carácter extremadamente personal.  American Horror Story es el pastiche audiovisual definitivo, el refrito tarantiniano se queda en anécdota al lado de este monstruo de mil cabezas.

El tándem Murphy-Falchuk ha retomado la esencia de lo que por 2010 eran los vestigios de Nip/Tuck, y lo han sumado a un conglomerado infinito de historietas de terror, leyendas urbanas, psico-thrillers de los 90 y sucesos macabros de la historia norteamericana reciente. El resultado da lugar a 13 capítulos que parecen aspirar a resumir todos los productos derivados del cine de terror, a la vez que intenta ofrecer algo innovador dentro de los límites y tópicos históricos de este género.

En la etapa final de Nip/Tuck se podía apreciar el germen de lo que hoy es AHS, al menos en el tono y la temática de ciertos episodios. Curiosamente, en algunos de ellos ya aparecían los actores que hoy se dejan caer por la casa de los Harmon. Frances Conroy, Eric Stonestreet, Sarah Paulson o Brando Eaton. El capítulo titulado “Enigma” (6x02) cuenta la historia de un joven que se automutila y acaba asesinando a sus padres. Por contenido y estilo podría enmarcarse, perfectamente, en la compleja maquinaria de la nueva serie de Murphy.


La consulta de psicología de Ben Harmon es un animalario similar a lo que la clínica de McNamara/Troy era en su día. De hecho, en la sexta temporada de Nip/Tuck ya le dedicaron todo un capítulo de formato especial dedicado a las consultas de psicología. El 6x16 titulado “Dr. Griffin” pareció un alto homenaje a In treatment, o el resultado de una fuerte inspiración a raíz de la serie de Gabriel Byrne. Si en Nip/Tuck brotaban sin vergüenza las escenas surrealistas, en AHS no se quedan  atrás. Vivien comiendo un cerebro, el bus de la ruta turística del terror, el fantasma Piggy Piggy, o la habitualidad con la que los muertos y los vecinos entran y salen de la casa encantada, por poner unos ejemplos, ofrecen un espectáculo que tiene en el exceso su mayor atractivo.

Técnicamente, la serie cuenta con una calidad exquisita. La fotografía, la música y los movimientos de cámara tienen una expresividad distintiva. Algunas escenas tienen una planificación muy original, visualmente hay ciertos ángulos bastante experimentales para darse en televisión. Escenas como la del enfrentamiento entre Denis O’Hare y protagonista en el jardín o la confrontación entre Taissa Farmiga y las víctimas del instituto en la puerta de la casa, ambos momentos del capítulo quinto, cuentan con múltiples puntos de vista, saltos de raccords y otros recursos que refuerzan aún más el extrañamiento. Todo ello se aúna a través de un montaje hipnótico y fraccionado en extremo que es de lo mejor que podemos ver en la pequeña pantalla actualmente.

Jessica Lange acabará por convertirse en el icono de la temporada y Dennis O’Hare es el nuevo Michelle Forbes o Zeljko Ivanek, como se prefiera. Curioso es ver a Alessandra Torresani, la protagonista de Caprica, como víctima de una matanza al estilo Columbine y vestida como representante de la contracultura noventera, o a la estrella de Studio 60, Sarah Paulson, como una médium snob aterrorizada por la presencia de un fantasma mexicano en su baño.  De Eric Stonestreet deberíamos escribir algo aparte. La escena en la que es acuchillado por un carnicero de Chicago con careta de cerdo no tiene precio. Ya quisieran en Modern Family.


Normalmente, en las películas de terror tipo mansión encantada nos encontramos con una familia habitando un espacio en el que ha ocurrido alguna desgracia oscura. La ecuación es la siguiente: 1 casa + 1 asesinato.  Por ejemplo, podemos citar “La guarida” (1999), protagoniza por Catherine Zeta- Jones, en la que un incidente del pasado da pie a la intriga, el terror, los fantasmas y el argumento del film en sí mismo. Ahora bien, la ecuación de AHS es bien distinta: 1 casa + infinitos asesinatos. ¿Cuánta gente ha muerto en lo que va de serie? ¿Alguien capaz de enumerar todos los asesinatos que hemos visto en tan sólo 6 episodios?

Todas las películas de terror han ocurrido en esta misma casa, todos los tópicos están ahí, aunque claro, también tenemos otros no tan tópicos. La sirvienta que muta en pornochacha, la vecina con muffins adulterados, la niña gótica que se enrolla con un espíritu asesino o el hombre de látex, que ha venido a ocupar el puesto icónico que en antaño pertenecía al humo negro de Lost. La casa de American Horror Story es el lugar de intersección de todos los crímenes contados y por contar, así como la isla de Locke y compañía era el lugar de condensación de todo lo paranormal, de lo visto y lo por ver.


¿Qué cara pondrían los ejecutivos de FX en el pitching de American Horror Story? ¿Cómo se entiende que podamos sentir tanta fascinación por un relato como este? ¿Cómo es posible que nos creamos esta historia?
Esta telenovela esquizofrénica, entre personajes que en vida eran desgraciados pero que como fantasmas son ya totalmente bordeline, es una celebración del exceso audiovisual. La ironía de forma y contenido, las metareferencias internas y externas, las alusiones con susto a la cultura popular y el gran manejo de los regímenes narrativos hacen de AHS una de las series más interesantes de la temporada 2011/2012.

La gracia está en que la unión de todos estos elementos nos advocan a un infinito narrativo donde puede ocurrir cualquier cosa, y como espectadores nos pica la curiosidad por descubrir hasta donde llegarán. Aunque suponemos que, incluso aquí, la anarquía de contenido tendrá ciertas reglas y funciones que regulen el universo de ficción. O no. Quizás, en el fondo, AHS hable del terror en general, como dice el personaje de Eric Stonestreet: de la crisis económica, el terrorismo, la violencia, etc. O no. No tenemos ni idea de hacía donde va, o qué es lo que quieren contarnos exactamente, pero esperamos impacientes los 7 episodios restantes para averiguarlo. Sí o sí.

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