domingo, 4 de diciembre de 2011

DE AGUJEROS EN EL SUELO

A propósito de
las teorías conspiratorias sobre la proliferación de sinkholes

A veces ocurre. Nos encontramos agujeros en el suelo. Nuestra mirada suele ir clavada al frente, por si nos topamos con alguien conocido. También elevada al techo de las ciudades o al cielo de turno. Ocasionalmente, en picado, al tanto de nuestros pies o evitando los obstáculos cotidianos.
Rara vez, los ojos se detienen en seco para observar el suelo en perpendicular. Y quizás mejor así. Si haces la prueba y, en una de estas, te encuentras con una grieta hacia las profundidades de la Tierra, podrías perderte para siempre en la contemplación. No serías el primero.


En 1964, Kaneto Shindō se inspiró en una parábola budista para escribir una de las obras clave del cine de terror japonés. Onibaba cuenta la historia medieval de tres personajes que viven ocultos en una especie de trigal.
En plena guerra, una mujer y su nuera se dedican a robar a samuráis que atraviesan la zona y a lanzar sus cadáveres a un hoyo que hay cerca de su cabaña. La llegada de un antiguo vecino siembra el caos en esa microsociedad a través de la sexualidad y el terror.


Onibaba es la historia de múltiples vacios, tanto físicos como invisibles. Todos ellos son representados en un agujero hacía el subsuelo, hacía lo desconocido y hacía la oscuridad más inmanente de las trampas humanas y las pulsiones de la naturaleza.

Esos planos cenitales, dirigidos al más allá terrenal, también han tenido alguna que otra aparición destacable en las ficciones televisivas. Sin retroceder mucho en el tiempo, el quinto capítulo de Once Upon a Time comienza con la aparición de uno en las inmediaciones del pueblo. Allí abajo descubrimos el peligro ante un posible derrumbamiento, pero sobre todo la esperanza de encontrar un punto de unión entre dos mundos, uno de los cuales permanece olvidado y yace oculto casi en el centro de la Tierra.


En este capítulo, además, aparecen las barritas Apollo en un claro homenaje a Lost en los tiempos en los que nos desvelaron el primer agujero. La escotilla de la estación Cisne representaba la obsesión de John Locke por el misticismo y la esperanza de una vida cargada de sentido más allá de lo mundano y lo terrenal. La Orquídea era un microondas subterráneo que, convenientemente destrozado, nos permitía bajar a un glaciar para mover la rueda que nos llevaría de excursión a través del tiempo. 
El corazón de la isla se encontraba oculto en el fondo de una cueva, donde se preserva la luz de la raza humana que no debe de apagarse nunca. Si bajas abajo es para sacrificarte por los demás, como Jesucristo, y morir.

Las perforaciones en el suelo no siempre conllevan tanta metafísica. En la cuarta temporada de Weeds, aparece un agujero en el almacén de la tienda de ropa prenatal. Si te atreves a bajarlo, puedes descubrir que hay un túnel sin aduanas que une México con USA. Esta travesía que surca lava y piedra tenía otras dimensiones cuya utilidad sí se concentraba en lo mundano a través del tráfico de blancas, drogas y armamento. Esta cavidad fue el hoyo de la verdad que colmó el vaso e hizo poner el freno de mano al oportunismo de Nancy Botwin. La curiosidad casi mata a la gata. Cuidado con los agujeros ajenos, nunca hables con agujeros desconocidos.


Los orificios son tan viejos como los ancestros, parece que siempre han estado ahí, malditos. Sin embargo, nosotros también podemos agujerear las superficies y presumir de iniciativa y talante exploratorio. Otras veces no te quedan más cojones que cavar. En la maravillosa primera temporada de Prison Break, Michael Scofield tiene que taladrar suelos, paredes y todo tipo de muros. Estos túneles son libertad, pero también justicia y enfado. Los boquetes se concatenan para permitir la huida hacia un mundo no mucho mejor, aunque sí con más posibilidades. El fin justifica los agujeros, los agujeros lo justifican todo. 


Hay muchísimas otras grietas ocultas en las narraciones audiovisuales. Se me ocurre la madriguera por la que Alicia cae en el país de las maravillas. El hoyo que Nate cava para enterrar a Lisa en Six Feet Under. La perforación que la protagonista de The Big C hace en su patio trasero con el sueño casi imposible de construir una piscina o superar un cáncer.

También podemos citar la canción "Way down in the Hole", la cabecera de las cinco temporadas de The Wire, cuya melodía acompaña al documental-videoclip que nos introduce, episodio a episodio, en el agujero que es Baltimore. O, por qué no, el mucho más alucinado túnel subterráneo que une Buenos Aires con Shangai, aparecido en la última temporada de Torchwood.
También hay gente que cava agujeros y los llena de agua para crear una de las imágenes más icónicas de los noventa

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